Albóndigas telefónicas

Karla Paniagua R.
2 min readApr 22, 2020

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Cuando yo era niña, mi mamá me dejaba los ingredientes y la instrucción de lo que debía preparar con ellos ese día, por ejemplo “arroz y milanesas”, pero no la receta.

Eran tiempos antediluvianos. No teníamos teléfono en la casa, así que bajaba con una sillita de madera a la caseta más cercana (me subía a la silla para alcanzar), hacía la fila, llamaba a mi tía La Santa y le pedía indicaciones para hacer arroz y milanesas. Por fortuna, mi tía es una cocinera espectacular y tiene una paciencia que le hace honor a su alias.

Aprendí a cocinar a distancia con ayuda de sus tutoriales telefónicos. “Fríe el arroz, ten precaución de que no se queme, se debe poner blanco pero no tostado, cuando le pongas el agua ya no lo muevas porque se bate”, “sabrás que la cebolla está acitronada cuando se vea transparente”, “para blanquear las verduras debes esperar a que primero hierva el agua”, “el aderezo de la ensalada César lleva un huevo tibio de un minuto nada más”, “a la hora de rellenar las pechugas fíjate bien de qué lado las enrollas para que no se te desarmen”, así era la cosa.

Con el tiempo, nos hicimos de una línea telefónica en la casa, entonces mis lecciones de cocina se volvieron más accesibles. Yo llegaba de la escuela, en cierto punto mi mamá ya no dejaba indicación alguna, así que echaba una mirada a lo que había en el refrigerador y le llamaba a mi tía La Santa: “tenemos papas, unas piernas de pollo y tantito…”, con eso nos inventábamos un menú.

Así aprendí a hacer la mayor parte de las cosas que preparo hasta la fecha. En los últimos años prácticamente dejé de cocinar (tengo un trabajo que me mantiene fuera de casa la mitad del año y la fortuna de estar casada con alguien que guisa de forma extraordinaria), pero en días recientes lo he retomado.

Hoy heme aquí, preparando albóndigas. Mi cuerpo sabe lo que debe hacer sin que lo razone; los movimientos fluyen, me abandono a la experiencia y observo lo que sucede: lavo, muelo, amaso, huelo, pruebo, remuevo.

Usualmente estaría escuchando las noticias, pero este día estoy en silencio, gozando del paréntesis en el tiempo. Entonces escucho a mi tía La Santa, recordándome que debo retirar la espumita de la salsa para que las albóndigas no sepan ácidas.

“Sí, tía”, respondo en voz alta.

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Karla Paniagua R.
Karla Paniagua R.

Written by Karla Paniagua R.

Coordinadora de estudios de futuros y editora en centro.edu.mx

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