Baños de princesa

Karla Paniagua R.
3 min readMay 28, 2021

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Nos mudamos a una casa en obra gris en la tristemente célebre colonia Del Mar, Tláhuac. En principio, no detectamos nada sospechoso: era una casita en toda forma, con puertas y ventanas, piso cerámico, cocina integral, estacionamiento y traspatio. Cada quien tenía su habitación, incluso había cuarto de televisión y una cochera que con el tiempo se convirtió en mi primer apartamento.

Un día, se salió la caca. Lo recuerdo bien porque había fiesta. Nuestros parientes vivían del otro lado de la Ciudad y rara vez nos visitaban, entonces se armó la tamaliza y todo el mundo se descolgó desde Azcapotzalco, Gustavo A. Madero y el Estado de México para celebrar la Candelaria y conocer nuestra casa.

Antes de que llegaran las visitas, mamá se dio una ducha y empezó a salir mierda por la coladera. No entendimos por qué, ni cómo. Disimulamos el desperfecto con una cubeta y jergas, pero cada vez que alguien entraba al baño, la coladera se desbordaba un poco más, hasta que tuvimos que pedirle a nuestros parientes que por favor se pusieran un corcho en el culo o se fueran.

Ella se puso a examinar concienzudamente la situación, rascándose la cabeza. Vino el plomero y, tras secarse las lágrimas de tanto reír, nos explicó que la casa no tenía drenaje a la calle, que en el patio trasero había una fosa séptica, pero ya se había llenado y no quedaba de otra más que hacer cirugía mayor y abrir un canal desde el baño hasta el exterior, atravesando toda la casa.

Photo by Tania Melnyczuk on Unsplash

Al día siguiente, mi hermano y yo nos fuimos con una tía. Volvimos una semana después: una zanja atravesaba el comedor, la sala y todo el patio. Los trabajos de conexión y el trámite para contar con un permiso para desahogar nuestras vergüenzas en el drenaje demorarían unos días más.

Sacábamos agua de la cisterna para limpiar, desaguar el baño, lavar los platos y asearnos. Recuerdo el olor a caño y me vuelve a doler la cabeza. También recuerdo que mi mamá encaró esa situación no solo con una entereza extraordinaria, sino con un gran sentido del humor.

Un día calentó agua en la estufa con ayuda de una cubeta metálica y depositó varias cubetadas en una gran tina de plástico. “¿Desea la princesa tomar un baño en la sala o en sus aposentos?”, me preguntó, “creo que hoy me apetece bañarme en la sala”, le dije, siguiéndole la corriente. Y mi mamá puso la tina en la sala, con un biombo al lado para darme privacidad.

En fechas recientes, la “caca” de mi “casa” anda un poco desbordada, debo construir nuevas salidas al exterior. Sucedió también que no hubo agua, así que tomé mi cubeta metálica, fui por agua de la toma principal, la calenté y añadí manzanilla y árnica de mi jardín.

Mientras me bañaba a jicarazos y rumiaba mis miserias, volvió a mí este recuerdo y la risa de mi madre, jugando a las princesas junto al hoyo del drenaje.

Ya entendí, mamá. Gracias.

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Karla Paniagua R.
Karla Paniagua R.

Written by Karla Paniagua R.

Coordinadora de estudios de futuros y editora en centro.edu.mx

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