Ellsberg y las palabras perdidas

Karla Paniagua R.
3 min readDec 8, 2020

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Mientras nos espabilamos con sendas tazas de café, le cuento a mi esposo acerca de la campaña que haremos en la agencia para un pequeño hotel mallorquín; como parte de la cháchara, deseo compartirle mis hallazgos de esta madrugada. Debería resultarme sencillo, pero las palabras se me desordenan en la boca sin que encuentren su correcta alineación.

— ¿Cuál es la palabra… — frunzo el ceño, aprieto los ojos y chasqueo con los dedos varias veces, intentando que el nombre que busco venga a mí, pero nada pasa — ¿cómo se llama esa cosa?, porque la otra película… tú sabes, el caso famoso. Espera… — No logro articular un enunciado completo.

Quiero recordarle que hace unos días vimos All the President’s Men (1976) y nos encantó Dustin Hoffman en el papel de Carl Bernstein. Fantaseé con que Fernando y yo íbamos a una fiesta de disfraces, él de Bob Woodward y yo de Bernstein. No me gustan las fiestas de disfraces, ni las fiestas en general, pero me vestiría así por el placer de usar el peinado de dos agüitas y los pantalones acampanados de Hoffman en esa película; llevaría mi libreta y muchos papeles arrugados en los bolsillos.

También quiero contarle que Carl Bernstein estuvo casado con Nora Ephron, a quien le fue dedicada otra película, The Post (2017), precuela de All the President’s Men. Al mismo tiempo, intento decir que, semanas atrás, vi Heartburn (1986) y…

— ¿Cuál es la palabra… — sigo chasqueando y mi corriente de pensamiento se pierde en una maraña de hilos. Toco cada uno de estos hilos como telefonista de las conectaban las líneas cruzando los cables e introduciendo los extremos en distintos orificios para averiguar cuál de ellos continúa el argumento que quiero construir, pero ya lo olvidé. Chapoteo en esta nata de palabras, ¿cuáles corresponden a la sintaxis que buscaba ? Le pregunto, al menos en mi mente. Lo que en realidad balbuceo es: “¿Cuál…peli…la…pal…?

Hace casi cuatro años comencé a olvidar las palabras a media conversación. Al principio fue muy sutil. Ahora pierdo enunciados, párrafos completos.

— ¿Cuál es la palabra, güero? —insisto agitando la mano, como si todo estuviera escrito en el éter y Fernando pudiese capturar los textos con una red. Cada vez que pregunto, él me devuelve eso que se me perdió. Hoy le pedí un momento para intentarlo sola, pero no lo logro. Me han escamoteado ríos enteros de significado, ¿alguien los ha visto?

Quiero contarle que en Heartburn, de la pluma de la mismísima Ephron, el personaje de Meryl Streep (Rachel) se enamora de Jack Nicholson (Mark), perro infeliz que le pone cuernos. Había olvidado que el guión de esa película es autobiográfico, pero ahora recuerdo que Nicholson interpreta a la misma persona que Dustin Hoffman en All the President’s Men.

Carl Bernstein trabajaba en el Washington Post y junto con Bob Woodward investigó este margallate que les valió un Pullitzer. Antes, el mismo periódico publicó los Pentagon Papers, caso que se aborda en The Post (donde también sale Meryl Streep, pero no como esposa de Bernstein, sino como la mera patrona del periódico). Los Pentagon Papers fueron filtrados por Daniel Ellsberg, quien además de ser conocido por este caso, es autor de una paradoja que explica cómo encaramos las decisiones en entornos de alta incertidumbre (dejaré fuera de la discusión toda esa polémica de si Ellsberg consideró o no a Keynes para formular esta paradoja).

Watergate — suelta al fin mi esposo. Lo miro y lloro porque no pude recuperar la palabra, ni la frase, ni el argumento. Llevo meses aprendiendo a lidiar con la Tiroiditis de Hashimoto (años en realidad, pero sé que la tengo desde hace meses) y la neblina mental es el síntoma que más me atormenta.

Pienso que debí contarle la historia de todos estos puntos aparentemente inconexos y después hacer cierto truco para demostrar que los cabos siempre estuvieron atados. Después deberíamos jugar a que estamos tomando café todos juntos y reírnos a costa del peinado de dos agüitas de Carl. Pero nada de eso sucede. Solo esta condición de cagada.

Finalmente, quiero decirle a Fernando que usaré la paradoja de Ellsberg como fundamento para la campaña del hotel en Mallorca, pero solo repito “Watergate”. Él me sirve más café, aprieta mi mano y dice “estaremos bien”, aunque sabemos que quizás no y que, asistidos por la paradoja de Ellsberg, estamos optando por la conclusión más conocida para así lidiar mejor con esta maldita incertidumbre.

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Karla Paniagua R.
Karla Paniagua R.

Written by Karla Paniagua R.

Coordinadora de estudios de futuros y editora en centro.edu.mx

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