Esa katana llamada pregunta
Felix qui potuit rerum cognoscere causas, Virgilio.
“¿Qué tecnología creativa me recomiendas?”, escucho con frecuencia en talleres y conferencias. Lo primero que respondo es que la tecnología es creativa y la creatividad implica tecnología, así que la combinación “tecnología creativa” podría considerarse un pleonasmo.
La creatividad es un proceso que consiste en identificar problemas, idear posibles soluciones y probarlas para alcanzar un resultado óptimo. La tecnología es conocimiento aplicado a la solución de problemas, entonces… la tecnología implica creatividad, ¿cierto?
Cuando las personas me preguntan sobre la tecnología infalible para las organizaciones, suelo decepcionarlas. Sé que esperan que les recomiende una app fabulosa, cuyo uso no implique esfuerzo, ni cueste dinero y que mágicamente nos ayude a disminuir nuestras fricciones mundanas: pero no hay vida sin fricción. La fricción nos permite desplazarnos, solo para comenzar.
En el salón de clases (como en muchos otros entornos), la tecnología más poderosa que conozco es la lengua (el sistema de signos que usamos para comunicarnos y que adquirimos durante nuestra socialización, de acuerdo con el padre de la semiología, Ferdinand de Saussure), que se condensa en actos de habla. Más específicamente, considero que la herramienta tecnológica más potente que tenemos, tan poderosa como una katana, son las preguntas.
Preguntar nos permite delimitar la realidad y organizarla virtualmente. Los hechos se nos presentan de manera desordenada, pero cuando formulamos preguntas, ordenamos la realidad y la preparamos:
¿Cómo funciona la freidora de aire?
Cuando formulas una pregunta, estás a un paso de obtener la respuesta.
No todas las preguntas son pertinentes. A mis estudiantes de grado y posgrado suelo sugerirles que planteen sus inquietudes con un “¿cómo?” en lugar de “¿por qué?”, ya que no siempre estamos en condiciones de conocer las verdaderas causas de las cosas.
Cuando estudiaba la licenciatura en comunicación y formulé la pregunta de investigación para mi tesina, recuerdo que era algo así como:
¿En qué consiste el viaje extático de los danzantes mexicas de la Ciudad de México?
Es una pregunta complicada por varias razones. Primero, porque da por hecho que todos los danzantes mexicas realizan un viaje extático, lo cual implica una falacia del consenso. Y ¿cómo que en qué consiste? En danzas, cantos, parafernalia, creencias, rituales…
Con los años, entendí que una pregunta más adecuada hubiera sido así: ¿Cómo es la danza mexica de la Ciudad de México? Para contestar esta interrogante en el campo del conocimiento de la comunicación social, hubiese sido útil abordar el fenómeno con el esquema de Harold Lasswell:
No hice eso porque todavía no perfeccionaba mi técnica para preguntar, el camino que anduvimos fue difícil y aprendí mucho. Gracias a mis descalabros tengo clara la importancia de acompañar a los estudiantes en el proceso de esculpir sus preguntas para que de ese bloque amorfo, resulten conocimientos destellantes.
Hace unos años, los profesores de Harvard Dan Rothstein y Luz Santana fundaron el Right Question Institute con el propósito de que la gente aprendiera a hacer pasteles… no no. Con el propósito de que las personas en distintos contextos aprendieran a hacer preguntas correctas (¡sobre todo en el aula!); para ello crearon una técnica llamada Question Formulation Technique (QFT) que describen en el libro Make Just One Change: Teach Students to Ask Their Own Questions (Harvard Education Press: 2011).
Uno de los cambios sustantivos que implica esta técnica es que desplaza el foco de las preguntas del profesor al estudiante. Son los alumnos los que deben preguntar tanto como sea posible, desdibujando el rol del profesor-policía que interroga a su clase.
Cuando comencé a utilizar QFT, los estudiantes reaccionaron como si les estuviera dando una tarea que yo debía asumir (hacer preguntas), pero una vez que aprendieron el camino, se convirtieron en Kalashnikovs de interrogantes. No todas sus preguntas son pertinentes, pero todas pueden servir, mutatis mutandis, para acercarse a la verdad.
El propio Instituto que antes referí proporciona diversos materiales traducidos a distintos idiomas para adaptar la QFT en clase y créanme, el esfuerzo vale la pena.
Usted dirá: “yo no necesito aprender a preguntar, soy un adulto”. Si esa es su conclusión, le receto QFT intravenoso e intramuscular con urgencia. Es justo nuestra habilidad para preguntar la que nos ayuda a a encontrar la dirección en un océano de información falsa. ¡Hágase de una buena katana, ya!