Los campeones del flow vs. la cultura agile

Karla Paniagua R.
6 min readNov 16, 2022

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No es una prueba de dibujo

La indicación es sencilla: complete este dibujo. Sobre el papel hay un garabato sin forma definida y la persona que realiza la prueba debe aprovechar esos elementos gráficos para hacer una viñeta sobre el tema que prefiera, en un tiempo limitado. La primera reacción suele ser de desconcierto: pocas personas toman los exámenes con alegría. Con desgana más que con euforia, las personas intentan completar la prueba, no sin antes advertir: “Pero yo no sé dibujar”.

La prueba de Torrance para el pensamiento creativo (TTCT por sus siglas en inglés) no evalúa las habilidades para dibujar. Fue creada por el psicólogo estadounidense Paul Torrance en los setenta, tomando como punto de partida la estructura del intelecto del también psicólogo Joy Paul Guilford.

Snapshot of the TTCT test 1

Guilford (Way Beyond the IQ, 1977) considera que en la inteligencia humana confluyen los procesos mentales (cognición, memoria, producción divergente, producción convergente y evaluación), los contenidos (figurativo, simbólico, semántico y conductual) y los productos (unidades, clases, relaciones, sistema, transformaciones, implicaciones). También propone que el pensamiento creativo está anidado en el intelecto, pero no puede evaluarse con base en las pruebas tradicionales de cociente intelectual (IQ).

Para Guilford, el pensamiento creativo está estrechamente relacionado con la solución de problemas; no siempre implica la generación de productos (historias, composiciones musicales, inventos, teorías científicas); y no siempre conlleva ideas nuevas. Este proceso mental destaca por la producción divergente (el alejamiento del camino más frecuentemente utilizado) y la transformación del contexto y de la mente de quien está pensando creativamente.

¿Cómo funciona este proceso? La persona detecta el problema, reúne información, incuba las ideas, se ilumina con una serie de posibles soluciones y después verifica, probando y elaborando el resultado. Este mecanismo no es lineal, admite muchas idas y venidas, callejones sin salida y serendipias.

Guilford comprendió muy bien que el pensamiento creativo involucra la fluidez, la flexibilidad y el grado de elaboración como algunos de sus atributos más contundentes. Torrance retomó estos — y otros — elementos para desarrollar una serie de instrumentos útiles para evaluar el pensamiento creativo en contextos escolares, mismos que con el tiempo pudieron extrapolarse a otros entornos. Este autor entiende la creatividad como:

(…) el proceso de percibir dificultades, problemas, lagunas de información, elementos que faltan, algo que está mal; hacer conjeturas y formular hipótesis sobre estas deficiencias, evaluar y probar estas conjeturas e hipótesis; posiblemente revisarlas y volver a probarlas; y finalmente comunicar los resultados (Shaugnessy, M., 1998, An Interview With E. Paul Torrance: About Creativity)

Al respecto de la fluidez como capacidad para generar ideas de manera continua y profunda, el también psicólogo de apellido impronunciable, Mihaly Csikszentmihalyi, dedicó buenos años de su vida profesional a su estudio. Sus hallazgos están contenidos en el libro Flow: The Psychology of Optimal Experience, entre otras obras.

Csikszentmihalyi describe la fluidez como un estado alterado de profunda concentración, una experiencia óptima en la cual incluso la idea de felicidad puede ser un distractor. No hace falta estar de pie frente a un caballete para experimentar el flow: el repertorio de actividades que pueden brindar esta experiencia es tan amplio como la diversidad de personas sobre el mundo. A usted, ¿qué le hace fluir? Hacer cálculos en un papel, contar chistes, lavar los platos, no hay respuestas incorrectas.

Alcanzar el flow y mantenerse en él, requiere cierto tiempo. Para cada quien funciona diferente, pero es un hecho que factores como el entorno, la motivación, la información almacenada, la interacción con otras personas y el tiempo disponible para una actividad, influyen en la calidad del pensamiento creativo.

La prueba de Torrance en su versión de elementos gráficos en adultos evalúa que todas las viñetas se hayan realizado en el tiempo establecido, si los dibujos están relacionados o no temáticamente; el grado de abstracción entre el dibujo y las palabras que la persona ha usado para titularlo y el nivel de detalles (sombras, perspectiva, colores), entre otros atributos.

Cuando las personas hacen esta prueba, suelen quejarse de que tienen poco tiempo para llevar a cabo las tareas. Si no se terminan las viñetas en el margen establecido, el instrumento se anula y debe llenarse de nueva cuenta.

¿Qué lecciones útiles podemos aprender de la prueba de Torrance? Entre otras cosas, que el tiempo es un recurso muy valioso, estrechamente relacionado con la fluidez y el grado de elaboración. También que la creatividad no tiene que ver con dibujar bien ni es exclusiva de los artistas (de hecho, hay artistas que son poco creativos).

Hágalo ágil

A principios de 2001, un grupo de compadres desarrolladores de software — autodenominados la Alianza ágil — acordó un manifiesto para dar nueva vida a su forma de operar y entregar resultados; los principios del manifiesto pueden consultarse aquí y estas son sus premisas:

Personas e interacciones en lugar de procesos y herramientas

Software funcional en lugar de documentación exhaustiva

Colaboración con el cliente en lugar de negociación de contratos

Responder a los cambios en lugar de seguir un plan

Desde entonces, el mantra de la cultura ágil se invoca en diversas industrias, no como un llamado a privilegiar a las personas y a colaborar con el cliente, sino como un axioma que se traduce en “es para ayer” a costa de lo que sea.

He colaborado con organizaciones en las que escucho esta especie de invocación mágica: “¿hay manera de hacer esto más ágil?”, “esto va a funcionar si lo hacemos ágil”, “somos promotores de la cultura ágil”. Esto se traduce en: “siempre se puede hacer más rápido”.

Es posible que la Alianza ágil tenga buenas intenciones y estoy cierta de que algunas de las herramientas y técnicas que sugieren son muy útiles, incluso cuando uno no se dedica al desarrollo de software. Sin embargo, encuentro que el uso del concepto ágil en su acepción más superficial atenta contra la fluidez y el grado de elaboración, necesarios para el pensamiento creativo.

Este conflicto entre los tiempos de entrega cada vez más comprimidos y los atributos del pensamiento creativo, son fáciles de observar en casi cualquier contexto profesional. No hay tiempo que alcance y las consecuencias son de escala muy diversa, desde una errata en cierto documento hasta una serie de desperfectos en la estructura de un puente. Esas diferentes escalas tienen en común el carácter indeseable de los efectos.

Guilford atinó al desvincular el pensamiento creativo de la producción de bienes. No toda exploración desemboca en un producto tangible, pero sí implica cierta transformación, en el entorno y en el individuo. Mal asunto cuando estamos inmersos en procesos productivos que nos demandan la generación de resultados tangibles y para ayer. Ahorita regreso, voy por mi máquina del tiempo, la dejé estacionada enfrente.

Ávidos de recompensa rápida

“Esto, ¿para qué me va a servir?”, suelo escuchar en las aulas de grado y de posgrado. La frustración de los estudiantes cuando no alcanzan a avizorar la aplicación o el resultado tangible de la tarea creativa resulta mayúscula. “Te va a servir para ser menos baboso”, es la respuesta que los reglamentos escolares me obligan a callar.

“¿Cómo volverme más creativo?” es también una pregunta que oigo con frecuencia y el chiste se cuenta solo, ya que las personas suelen desilusionarse cuando reciben respuestas que no garantizan una solución inmediata. Por ejemplo, para mejorar la fluidez recomiendo El método Zettelkasten: Cómo tomar notas de forma eficaz para impulsar la escritura y el aprendizaje de estudiantes, académicos y escritores de no ficción de Sönke Ahrens, pues, como estableció Guilford, la creatividad se vincula estrechamente con la información y cómo se establecen relaciones no obvias entre sus elementos: las caras de desdicha suelen ser inenarrables. “¿No tienes una solución más ágil?” es una respuesta recurrente.

La falta de atención plena y la multitarea forman parte de este síndrome que nos mantiene en un presente perenne y acelerado, que Douglas Rushkoff bautizó como shock del presente. Atrapados en el hoy, hoy, hoy y en un tren a toda velocidad, nos mareamos y rascamos la cabeza, preguntándonos por qué no somos más ingeniosos. Porque el ingenio se toma su tiempo, sólo para comenzar.

Igor Ansoff, el padre de la administración estratégica, establece cinco posibles niveles de turbulencia en los cuales puede estar inmersa una organización (incluyendo la forma de organización humana más pequeña, el individuo). A mayor turbulencia, menor familiaridad de los sucesos y mayor creatividad en la respuesta del organismo: vivimos en un perenne nivel cinco en el que el mundo nos demanda una actitud ingeniosa y flexible.

Juzgue usted si es una cuestión crucial o no la de hacer florecer nuestra creatividad.

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