Organizadora serial de encuentros
En el 2008, Chile fue país invitado en el Latin American Food Show de Cancún. Entonces colaboraba como asistente en la Consejería agrícola de Chile en México y el titular, Héctor Echeverría, abrazó el proyecto y me pidió coordinarlo.
Nunca había gestionado una cosa así (y en principio me negué, pero no era una negociación). Teníamos que organizar un stand para productos chilenos, una rueda de prensa, una presentación de libro, una rueda de negocios y un show de alimentos preparados con ingredientes chilenos, todo esto con muy poco tiempo de antelación.
En el proceso se involucraron personas maravillosas de las que aprendí mucho, incluyendo al actual Consejero comercial de Chile en México, Marcelo Sobarzo; también participaron exportadores, profesionales de la gestión pública y de la gastronomía, quienes pusieron su conocimiento y su pasión al servicio de la causa.
Aquí les comparto un video antediluviano que reseña la experiencia de ese show que cambió mi vida por varias razones. Una de ellas fue que aprendí que podía hacer algo así de nuevo, en una versión mejorada.
Al año siguiente volvimos al Latin American Food Show con un stand más grande y funcional, mejor logística, más productos, más actividades de negocios y un despliegue gigantesco de platillos elaborados en vivo por el chef Sebastián Baeza, a quien había conocido en el show del año previo.
Acá podrán ver el video de esa exhibición.
Y así me ganó la sed de más: quería volver a vivir la emoción de crear, gestionar y experimentar un encuentro en el que las personas asistentes aprendieran, gozaran, construyeran vínculos. Me había convertido en una organizadora serial de encuentros y, para el 2011, convencí al Consejero para que Chile fuera el país invitado de Expo Forestal.
No teníamos recursos, así que recaudé fondos privados para financiar la actividad y la Consejería colaboró con vínculos y talento humano. El video con los resultados de esa aventura está acá.
Aunque el resultado fue bueno, esta iniciativa resultó un desafío por los pocos recursos y porque invitamos a diversos artistas para que mostraran su trabajo. Cada uno tenía requerimientos materiales, tecnológicos y logísticos diferentes y había que armonizar todo en una sola experiencia que mostrara el músculo de Chile como potencia forestal, pero también como país inventivo y artístico.
Sobre todo, esta experiencia fue amarga porque nuestros anfitriones eran unos incompetentes redomados, de manera que todo lo que podía salir mal, salió mal. Los acuerdos no se cumplieron, fuimos tratados con negligencia y grosería; eso nos hizo más difícil mantener una actitud diplomática y requirió muchos sacrificios de parte del equipo, incluyendo trabajar horas extras, pasar hambre, aportar recursos propios, realizar labores para las que no estábamos preparados e improvisar, entre otros.
Recuerdo, entre otras imágenes dolorosas, perseguir a dos sujetos para reclamarles por haber llenado con niños acarreados una proyección del documental Mauchos originalmente destinada a periodistas. Al final de la función ofreceríamos un brindis y tuvimos que arengar a los niños para que no se tomaran el vino, previa vergüenza total con nuestro patrocinador.
También tuvimos problemas con el hospedaje y los alimentos de los invitados, con la difusión del evento y con muchas otras cosas que, de una u otra manera, fuimos resolviendo.
Mi carrera como organizadora serial de encuentros concluyó con ese golpe de realidad. De esta vivencia traumática me recuperé en el 2023, cuando un grupo de personas egresadas del posgrado que dirijo (la especialidad en Diseño del mañana de CENTRO) me sugirieron congregarles en un encuentro con conferencias, talleres y actividades de networking.
De allí surgió Futuros al CENTRO, I encuentro de especialistas en Diseño del mañana, que se realiza en la Ciudad de México mientras les escribo con blefaroespasmo esencial en un párpado, pero mucha alegría por observar cómo se van desenvolviendo las cosas.
En esta iniciativa participaron profesionales sobresalientes en estudios de futuros, creación de juegos, diseño de experiencias de aprendizaje, así como personas egresadas del programa que, además de colaborar en la ideación del programa, sumaron esfuerzos en la ejecución de todas las actividades.
A lo largo del camino para llevar a cabo esta experiencia, que también involucra a un ejército de aliados sin quienes habría sido imposible realizar nada, han vuelto a mí viñetas de tiempos pasados, algunas luminosas y otras obscuras.
¿Qué reflexiones les comparto? Nada sorprendente, pero aquí va.
*Para hacer un encuentro relevante, necesitas una comunidad, un motivo y una historia qué contar. Te recomiendo consultar el Community Canvas como guía.
*Para contar esa historia, necesitas aliados de la propia comunidad que se apropien del encuentro, le den dirección, sentido y congruencia.
*Para construir esas alianzas, necesitas tiempo e infraestructura. Y sí, aunque no es lo deseable, a veces hay que poner dinero de bolsillo (algún día escribiré acerca de esto porque mi frustración con el hecho de que los pequeños eslabones de la cadena soporten las súper estructuras es indecible y es una tendencia ascendente que observo en todos los sistemas humanos).
*No importa qué problema se presente, la voluntad de un individuo puede cambiar el curso de los acontecimientos. Eso me hace mantener la fe en la humanidad y no me refiero solamente a la organización de eventos. Gracias, gracias, gracias infinitas a esos espíritus generosos que en cada paso el camino se presentan para recordarnos que las dádivas existen y son el hilo que teje la red humana.
Todo parece indicar que he vuelto a mi carrera de organizadora serial de encuentros.