Piñas voladoras

Karla Paniagua R.
2 min readFeb 28, 2021

--

Sucedió en aquellos tiempos en los que viajaba con tal frecuencia, que ya ni subía la maleta al entrepaño de mi casa. El vuelo iba lleno y una mujer muy ruidosa (toda ella una sonaja en frenesí) tomó el asiento de la ventanilla; llevaba muchos bultos, hacía aspavientos, resoplaba y empujaba los asientos al moverse.

Decidí pasar al baño (ya sé, ya sé, todos los pasajeros tuvimos tiempo de pasar al aseo antes de subir al avión pero créanme, tenía que huir) para alejarme de este personaje, así que tomé mi bolso y avancé entre la multitud.

A medio camino, un celular empezó a sonar cerca de mí y no reconocí el tono. Entré al baño, abrí mi bolsa y allí estaba. Un móvil con una enorme carcaza de piña resonaba alegremente, ¿cómo diantres llegó ahí? Mi primer impulso fue deshacerme de la evidencia allí mismo; lo medité unos segundos mientras el corazón se me aceleraba.

Deduje que la mujer-sonaja había dejado caer su piña (era todo su estilo) por accidente en mi bolso mientras acomodaba sus innumerables paquetes, pero, ¿cómo iba a explicarle que me lo había llevado al baño por accidente? Suena fácil, pero ¿me creería?, ¿qué tal si me acusaba de intentar robarlo?, ¿qué tal si armaba un escándalo y me bajaban del vuelo? Los segundos se volvieron minutos y el celular seguía sonando.

Respiré hondo. Tenía que devolverlo; después de todo, si algo semejante me sucedía, esperaba que el celular volviese a mis manos. No sabía cómo, pero tenía que regresarlo. El móvil por fin se detuvo: era mi señal para volver a escena.

Me refresqué la cara y el cuello. Tomé mi bolso, me acerqué a mi asiento y encontré un cónclave rodeando a la sonaja: dos sobrecargos y todos los vecinos de asiento intentaban asistirla. Efectivamente, el celular era suyo y lloraba desconsolada, “no puede ser, lo tenía en mi mano”.

La gente se acercaba a ella dándome la espalda, alguien dijo “volveremos a llamarte, debe estar cerca”; “ahora o nunca”, me dije, hice un movimiento rápido, saqué la piña de mi bolso, la arrojé al suelo, la tomé de nuevo y la levánté en el aire justo cuando empezó a sonar otra vez, “¿esto es tuyo?” me acerqué agitando el teléfono. La multitud se dispersó de inmediato y las sobrecargos nos apresuraron para el despegue.

La mujer me dio las gracias mirándome de soslayo hasta que dejé de ponerle atención para ver una película. Imagino que se quedó con la sospecha de que intenté robarle, ¡pero no, estúpida, lo dejaste caer en mi bolso y gran susto que me diste!

En estos meses en casa recuerdo esas historias aéreas y la nostalgia por volar se disipa de inmediato.

--

--

Karla Paniagua R.
Karla Paniagua R.

Written by Karla Paniagua R.

Coordinadora de estudios de futuros y editora en centro.edu.mx

No responses yet