Tiempo de Metal

Karla Paniagua R.
4 min readDec 16, 2021

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Una vez, me enamoré de un Espectro. Así apodaban a ese hombre que ante todo, amaba el Heavy metal. Me explicó que para él era muy importante que conociera sus pasiones, “pues dame un curso”, le dije. Regresó unos días después con una colección de CDs, cada uno dedicado a una vertiente del Metal desde sus albores, “y va a haber examen cada semana”, amenazó.

Siempre he sido matada para la escuela, así que me puse a estudiar. Escuchaba el disco de la semana, buscaba información sobre las bandas, hacía mis notas y, cuando El espectro aparecía, comentábamos sobre lo escuchado.

Fui progresando con el curso y, para graduarme, El espectro me invitó a un concierto de Helloween en el Circo Volador. Me divertí como loca, no pude evitar darme cuenta de que los integrantes de la banda se menean como Los bukis, todos parejitos.

En la gramática del Metal fui encontrando mis preferencias. Distinguí las bandas que me gustan más de las que de plano, no me entran. Fui a más conciertos, me hice de unas buenas botas metaleras que aún conservo (con suela de goma vulcanizada y toda la cosa) y en general, aprendí a hablar el lenguaje en un nivel básico, digamos.

Una vez, haciendo fila para entrar a un concierto de The Misfits, escuché un “¡profesora Paniagua!” muy afectado. Al volver la vista encontré la cara patidifusa de uno de mis estudiantes que jamás me había visto en atuendo metalero (botas altas de plataforma, microfalda, playera hecha jirones, medias de red, pulseras con estoperoles). Cuando nos volvimos a ver en clase, me pasó un volante para una tocada de punk.

Pasaron los años y me fui a vivir con El espectro. Me llegó una convocatoria para presentar proyectos para la barra de Radio UNAM y me pregunté si no sería interesante que otras personas experimentaran el curso de inmersión que tan provechoso me había resultado.

Así, creamos La siderúrgica. La idea era similar a la que exploran Sam Dunn y Scott McFayden en el documental Metal: A Headbangers Journey (Canadá, 2005). El mundo del Metal es diverso y muy entretenido, la cosa es que alguien te enseñe lo básico para que puedes descifrarlo.

Nuestro primer intento por grabar en la cabina de Radio UNAM fue desastroso, el técnico era un gusarapo flojo que llegó tarde y se fue temprano. Aunque estudié radio como parte de mi formación universitaria, los controles de la cabina habían cambiado mucho desde mis tiempos y de cualquier manera no se nos permitía operar el equipo. Ante las dificultades técnicas, decidimos hacer la producción de forma independiente y entregarle todos los programas ya grabados a Radio UNAM.

Carlos Alemán, amigo y compañero de la carrera de comunicación de la UAM-X, nos rentó su cabina de audio. El Espectro en la locución, Carlos en la post y yo en la producción, realizamos una primera temporada, grabando dos programas cada sábado.

Empezamos por Black Sabath y fuimos desgranando la mazorca para abarcar lo mejor posible la compleja genealogía del metal. En cada programa teníamos un invitado distinto (un stakeholder del mundo metalero) y alternábamos las intervenciones de cabina con música para ilustrar cada vertiente: dark, punk, speed, glam, power, etcétera.

Nuestro programa se empezó a emitir viernes a las 11:00 PM y nos fue muy bien. Comenzaron a llegar correos de personas que querían ser entrevistadas, mandarnos sus demos, proponer nuevos temas, etc. Había tela de dónde cortar y encontramos una audiencia creciente interesada en aprender y contribuir a la conversación. En aquel tiempo ya existía un primitivo Facebook, pero no había campañas en redes sociales y la difusión del programa dependía de la audiencia cautiva de la emisora y de la recomendación de boca en boca.

Recibimos un par de propuestas de patrocinios, pero la regulación de Radio UNAM no permitía convenios con disqueras ni invitaciones a bandas independientes para presentar material nuevo. La complejidad en la producción del programa nos imposibilitaba hacerlo en vivo, con lo que se perdía la riqueza de la interacción en tiempo real. Por otra parte, la experiencia era muy divertida, en cada programa reíamos hasta que la panza nos dolía y aprendíamos mucho.

Radio UNAM nos pidió una segunda temporada. Habíamos disfrutado el viaje, pero El espectro y yo teníamos trabajos de tiempo completo y la emisión se había vuelto muy demandante en términos de energía y dinero, sin posibilidad de recuperar la inversión debido a las restricciones de la emisora, que no era el ecosistema apropiado para que el programa floreciera. La experiencia había sido tan buena como para retirarnos en la gloria, así que declinamos.

Tiempo después, el Director de Reactor nos llamó para invitarnos a hacer La siderúrgica en esa emisora. Volvimos a dudar: el entorno esta vez era el indicado, pero no podíamos dedicarle el tiempo necesario a la producción y la propuesta no nos permitía renunciar a nuestras labores de tiempo completo para abrazar por entero la causa del Metal, así que las negociaciones se atoraron en la fase preliminar.

Ahí terminó mi segunda acometida en la radio (la primera fue en Radio Chapultepec, pero esa es otra historia), que comenzó con un Espectro que amaba el Metal. ¿Volvería a la radio? Claro que sí.

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Karla Paniagua R.
Karla Paniagua R.

Written by Karla Paniagua R.

Coordinadora de estudios de futuros y editora en centro.edu.mx

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