Viajar con estudiantes
Una jauría de estudiantes arrancó la puerta que dividía las alas masculina y femenina de la Universidad Autónoma de Campeche. Con el cepillo de dientes en la mano y espuma en la boca, me quedé como perrito de pueblo, parada en mitad del pasillo, mientras los chamacos me aventaban para dirigirse a los dormitorios en busca de un alma piadosa que los invitara a pasar la noche. Era demasiado joven e inexperta para reaccionar ante la situación y creo que, aún hoy, estaría en dificultades para manejar en algún sentido esas grandes fuerzas de la naturaleza.
Fue en 1999 cuando viajé por primera vez con un grupo de alumnos para vivir una experiencia educativa. Acompañé a futuros sociólogos de la UAM-Xochimilco a un congreso de estudios culturales en Campeche. En el camino nos detuvieron en un retén militar, pasamos la noche en un horrendo hotel en Tabasco, atendimos las conferencias, fuimos a la discoteca; después las creaturas ebrias de alcohol y de sexo tumbaron la puerta de los dormitorios, pagué la reparación de los destrozos y terminamos siendo muy amigos (entre nosotros, por supuesto seguimos vetadísimos en la Universidad).
¡Qué importante fue vivir todo eso! Salir del contexto habitual de las clases, explorar otros entornos, construir juntos nuevos relatos que suman a la historia de origen tribal, todo eso nos han dado los viajes.
Como estudiante de grado y posgrado no tuve ocasión de salir fuera de la CDMX con mis compañeros y profesores. Ahora que dirijo un posgrado, me tomo en serio la tarea.
El primer viaje que hice con los estudiantes de Estudios de futuros fue un desastre. Fuimos al Gran Telescopio Milimétrico Alfonso Serrano, uno de los más poderosos en su género. Le entregué al conductor el mapa y las indicaciones para llegar y me despreocupé el resto del camino: el chófer nos llevó a la colonia Observatorio en Puebla.
Cuando logramos alcanzar el GTM ya era tarde, pudimos subir pero la visita fue muy breve (aún así, fuimos privilegiados, ya que desde hace años las visitas educativas se suspendieron por todos los riegos que supone la zona y ahora por la pandemia). Los estudiantes fueron indulgentes conmigo y no se quejaron de manera abierta, pero tomé nota de mi falta y el año siguiente me aseguré de que la empresa de transporte comprendiera con exactitud a dónde debíamos llegar.
Con la siguiente generación fuimos a una de las obras hidráulicas más grandes del mundo: El Túnel Emisor Oriente (TEO) del drenaje profundo de la Ciudad de México. La experiencia fue sobrecogedora.
Entonces comprendí que estábamos listos para ir más lejos. Al siguiente año nos fuimos a bailar a Chalma (siq.) y en la visita incluimos a egresados y estudiantes activos. Así, año con año, hemos pulido el modelo del viaje, que se ha convertido en un ritual con su gramática, su mitología y su anecdotario.
En el álbum de nuestros recuerdos se incluyen un temazcal apretujado, una tremenda tlacoyiza patrocinada por una egresada; visitas a zonas arqueológicas, museos y granjas; caminatas por el campo y subidas al cerro; comilonas, borracheras, camionetas atascadas en el lodo y rescatadas a empellones; e intensas sesiones para pensar en las señales de cambio y en los futuros alternativos de cada sistema.
Desde que los viajes comenzaron, Jake Dunagan, mentor internacional del programa, nos acompañó y colaboró en el esfuerzo de diseñar el trasfondo para que la experiencia fuese profunda en términos prospectivos. Este es el primer año que no puede acompañarnos y vaya que nos hizo falta. Aún así, procuramos mantener el brío y disfrutar al máximo el encuentro, manteniendo todas las previsiones necesarias en el contexto del COVID.
En el 2020, los viajes se suspendieron por la pandemia, pudimos retomar la actividad en el 2021 para ir a Cholula, Puebla. A esta aventura asistieron estudiantes y egresados de Colombia, Guatemala, México e incluso una argentina y un polaco que, le ruego al cielo, estén sanos y debidamente vacunados. Necesitamos aún algunos días para procesar todo lo vivido.
Los participantes rieron, conversaron, discutieron, observaron, reflexionaron juntos. Señal de que navegamos.
Y a ti, ¿qué te ha dado viajar con tus estudiantes, profesores o compañeros/as, según el caso?